sábado, junio 30, 2018

Por Trece Razones

El suicidio es uno de los actos más complejos que puede llevar a cabo el ser humano, porque a menudo parece carecer de lógica, o al menos para el ser querido que se queda atrás. ¿Qué puede llevar a una persona a hacer algo tan drástico e irreversible como quitarse la vida? ¿Cómo es que nadie a su alrededor se dio cuenta de que estaba tan al límite? ¿No es muy egoísta, por no decir cobarde, hacer algo así, y más cuando hay tanta gente que sufre mucho más y que lucha, día tras día, con uñas y dientes, por vivir? Para la gente que no sufre depresión, es muy difícil entender que hay veces que el saber que no hay salida, o que tu cerebro te haga creer eso mismo, es insoportable.

Hanna Baker era una adolescente que se tragó un puñado de pastillas para matarse. Unos días después de quitarse la vida, su compañero y pretendiente Clay recibe una caja de zapatos con trece cintas de cassette dirigidas a las personas a las que culpa Hanna (entre ellas él) y las razones que le han llevado a hacer algo así.

Tratar el tema del suicidio, especialmente en una novela para adolescentes, es muy delicado. ¿Cuántas críticas se ha llevado la serie de Netflix por considerar que glorifica el acto y que puede dar ideas a mentes impresionables? Pero al mismo tiempo es un tema que, si se lleva bien, puede ser muy interesante, sobre todo si sirve para entender un poco cómo funciona la mente de estas personas que deciden que ya han tenido suficiente. El viaje por la mente de Hanna da lugar a la reflexión: las primeras cintas son lo suficientemente inocentes como para pensar que tampoco es para tanto, que la mayoría de adolescentes pasan por cosas semejantes, pero como dice la chica, no es una sola cosa, es un cúmulo de varias, que van creando un efecto bola de nieve hasta que que Hanna queda al borde del precipicio sin más salida que saltar. Al final lo sientes de verdad por ella; empezó el curso en un nuevo instituto, ilusionada, y no tardó en ser perseguida por rumores, en saber que no encajaba en ninguna parte, en no sentirse a salvo ni en clase ni en casa, traicionada una y otra vez por gente en la que quería confiar. Y ya llega lo de la fiesta... y de alguna manera la comprendes. Seguramente si hubiera seguido adelante la experiencia en la universidad hubiera sido mejor, o en unos años, con tratamiento, podría haber dejado de sentirse tan sola y tan perdida, y más una persona como ella que tenía opciones. Pero Hanna llegó a un punto en el que creyó que nunca sería mejor y decidió que no quería sufrir más.

Por trece razones es una lectura importante y creo que no estaría mal que los chavales le echaran un ojo y hablaran de ello después con sus padres o adultos responsables para entender que los actos tienen consecuencias, y que a lo mejor una gamberrada "inocente" que puede parecer que no es nada del otro mundo puede afectar a la otra persona de una forma que ni imaginamos. Asher también menciona las señales del suicida, a las que no se les presta la suficiente atención (telita con el de la última cinta) y cómo estando atentos podemos ayudar en el momento más crítico. Pero también nos hace ver que muchas veces, pese a ello, pasará y no nos daremos cuenta de lo que pasaba hasta que ya es demasiado tarde.

En cuanto al libro en sí, Asher tiene muy buena mano en lo que es la voz de Hanna pero no tanta en la de Clay. La parte de las cintas es fantástica pero la narración de Clay es muy farragosa, más que nada porque se pasa el rato haciendo acciones insustanciales para que no sea todo pensamientos o la propia acción de escuchar las cintas. Y... cuando por fin le llega el turno, es bastante decepcionante, la verdad.

Como he dicho el tema del suicidio es muy delicado y hay que tener mucho cuidado con el mensaje que se da. Entiendo que es un libro que causará rechazo a mucha gente pero insisto en que creo que es una novela que hace pensar y eso es algo para nada desdeñable.

Nota: 3/5

No hay comentarios: