Hoy es primero de noviembre, y alguien va a morir.
De esta manera comienza Las Carreras de Escorpio, una novela en la que la archifamosa Maggie Stiefvater (Temblor, The Raven Boys) se hace valer de la mitología celta para desarrollar un mundo en el que los seres humanos conviven con los capaill uisce, caballos marinos, unos seres tan hermosos como letales.
En la pequeña isla de Thisby cada primero de noviembre se celebran las Carreras de Escorpio, en las que cualquiera a partir de cierta edad puede participar. ¿Sus monturas? Los caballos marinos que cada otoño e invierno salen del océano y a los que se les puede domar una vez fuera del agua, pero que enloquecen en cuanto vuelven a estar cerca del mar; y la carrera se celebra en la playa. Estos caballos marinos o capaill uisce son violentos, poderosos y carnívoros, por lo que cada año estas carreras se cobran un gran número de víctimas mortales.
Sean Kendrick, de diecinueve años, que perdió a su padre en las carreras unos años atrás, ha ganado las cuatro últimas carreras a lomo del espectacular semental rojo Corr, y con el dinero que espera reunir este año en su quinta victoria consecutiva tiene la intención de comprar el caballo, que es propiedad del establo para el que trabaja.
Kate Connolly, alias Puck, va a competir por primera vez. Huérfana después de que un capall uisce matara a sus padres un año antes, decide presentarse porque siente que no tiene alternativa si no quiere que su vida se derrumbe aún más. Puck no es solo la primera mujer en presentarse a las carreras, sino que además será la única que decida cabalgar con una montura que no es un capall, sino con su poni Dove.
El argumento pinta genial, ¿verdad? La pena es que el libro no lo es en absoluto.
Lo mejor que tiene es que sabe darle un toque muy original a la manida trama de la competición mortal que tan de moda se puso en el YA después de Los Juegos del Hambre. La interesante mitología de los capaill uisce está muy bien integrada en la historia y Stiefvater, una amante de los caballos, hace un buen trabajo en reflejar el vínculo tan fuerte que se crea entre jinete y su montura, tanto en el caso de Sean con Corr como en el de Puck y Dove. Realmente ese es el peso y el corazón de la novela; las carreras no son más que la excusa para desarrollar esta conexión entre humano y animal, una conexión tan poderosa que les permite comunicarse sin palabras: es la emoción lo que los une.
Y es por eso que el obligatorio romance no es demasiado interesante, porque la conexión entre los humanos no tiene ni punto de comparación. Más bien es un "tenemos a un chico protagonista, a una chica protagonista, se conocen y se tienen que enamorar porque sí". Seguramente si la autora hubiera jugado más con el tema de que ambos no dejan de ser rivales en la carrera porque los dos necesitan desesperadamente ganar se le hubiera podido sacar más jugo a ese romance. Por suerte, al menos no ocupa mucho tiempo.
Por otro lado, los personajes en sí me parecieron todos muy sosos. Sean es el típico protagonista de YA, estoico, taciturno, que no habla más de lo necesario, que es el mejor en lo que hace y que no tiene tiempo que perder en los demás. Es, resumiendo, un sieso. Puck básicamente lo único que hace es irritarse y enfadarse por T-O-D-O, llega un punto en el que tú también te acabas irritando, pero de su mal humor, no por otra cosa. Además, en su caso tenía una buena trama que es la de ser la primera chica en participar en las carreras, pero tampoco hay mucho que rascar ahí porque no pasa mucho más que el que varios personajes le digan "Tú sitio no está aquí en esta playa, niña". Los secundarios no son muy destacables tampoco.
Los mayores elogios que le he visto al libro son con respecto al estilo de escritura de Stiefvater. A mí, particularmente, no me ha gustado nada. Primero, porque está escrito en primera persona del presente, que es un estilo que personalmente no me gusta mucho y en YA todavía menos. Segundo, porque se supone que funciona por ser un estilo muy descriptivo y evocador, y sí, estoy de acuerdo en que Stiefvater hace un buen trabajo describiendo la isla, los paisajes, los olores, las sensaciones. Pero en 400 páginas que se suceden en una pequeña isla, llega un momento en el que la enésima descripción de un acantilado o la sensación de frío y de sal y arena en la cara cansa un poco. Además, y esto ya es preferencia mía, encontré los diálogos escasos y bastante pobres, a los personajes había que arrancarles las palabras con tenazas prácticamente y no sonaban nada naturales.
Me imagino que el estilo de la autora funcionará bastante mejor en inglés, aunque, sinceramente, lo más probable es que se me hubiera hecho todavía más farragoso con tanto vocabulario equino.
El mayor problema que tiene esta novela es que es, esencialmente, aburrida y repetitiva. El build-up hasta las carreras no es muy interesante y las carreras en sí duran diez páginas, así que no te da tiempo a sentir la vibración, la emoción y el miedo que se supone que sienten los protagonistas. Y desde luego, para una historia sobre caballos gigantes y carnívoros, es muy poco sangrienta y salvaje, la sensación de peligro, de luchar por la supervivencia, no está bien plasmada.
En definitiva, es un libro que me ha dejado fría porque no conseguí conectar ni con los personajes ni con la historia, y se me hizo todo muy distante y por eso no pude sentir nada por ellos.
No es un mal libro ni mucho menos, y tiene un final muy bonito, pero para ser tan laureado, la verdad es que esperaba bastante más.
Nota: 6
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